Esto no es sólo un monumento al urbanismo depredador, arbitrario y tremendamente malo del alcalde…. es peor
La foto es de unos edificios acabados y sin vender que suponemos muchos habréis visto. Unas moles pegadas al monte Abantos, recubiertas de plaquetas de granito por todas partes que son el faro de la ostentación, el mal gusto y la norma urbanística saltada a la torera de San Lorenzo. Que no se aplique la norma, obligatoria en todo el pueblo, de cubierta de teja y fachadas en colores tierra u ocres es sólo una anécdota. Lo grave es que es sólo una parte de una operación urbanística que pegó otro bocado a nuestro entorno, en una zona especialmente sensible colindante con el monte Abantos y donde discurría un ramal de la Cañada Real Leonesa. Y lo más grave es que actuaciones como ésta arrasan con un delicado equilibrio entre el hombre y su entorno que algunos hemos podido disfrutar y ahora se ha ido para siempre.
Un atropello cometido en las postrimerías del boom del ladrillo con la excusa de construir vivienda social y que demuestra que nuestra normativa urbanística, lejos de proteger nuestro entorno, es una herramienta al servicio del urbanismo más depredador y malo que ha conocido jamás nuestro pueblo.
Pero imaginemos por un momento lo que era esta zona del pueblo a principios de la década pasada. El pueblo “moría” plácidamente por la zona del cementerio, con una cañada que llevaba a la carretera forestal entre prados y zarzas donde discurría un arroyo en épocas de lluvias. La única nota discordante la ponía el almacén de Fama del Escorial que por lo menos representa un negocio y fuente de trabajo. Además tenía la gracia de unos mastines que merodeaban por la cañada y que vigilaban las instalaciones del Fama por las noches.
La Cañada hacia la forestal era la salida agradable y natural de muchos paseantes hacia el monte y en los prados circundantes pastaban caballos en estado casi salvaje, criados desde generaciones atrás por personas que vivían por el barrio. Estos caballos vivían entre las cumbres del puerto de Malagón y las praderas alrededor del cementerio, el Fama y la cañada.
Tenemos un alcalde que en vez de preservar ese delicado equilibrio entre personas, naturaleza y pueblo, pega un bocado más al monte y arrasa para construir los bodrios que hoy vemos y una colección de casas de VPO sin calidad alguna ¡que comparación con la colonia de casas baratas del padre Gerardo Gil!
Un alcalde en condiciones lo que hace es darse cuenta del delicioso equilibrio entre costumbres, pueblo y paisaje y piensa cómo preservar ese equilibrio para siempre. Un alcalde en condiciones lo primero que hace es interesarse por esa costumbre de los vecinos que crían caballos en pleno pueblo. Gente dura, que sobrevivió la posguerra gracias al monte, que trabajó en el Valle de los Caídos y que han desaparecido de nuestra historia oficial para siempre. Gente que vivía mirando el monte y bajando al pueblo lo justo. Gente que conocía nuestro entorno como nadie y que algunos de nosotros tuvimos el privilegio de conocer y tratar. Un alcalde en condiciones inaugura una placa en su nombre y les hace hijos predilectos. Pero éste no es un alcalde en condiciones. Es un profesional de la política, de una familia local de constructores y conocido como camarero antes de ser alcalde. Los dueños de unos prados golosos (los propietarios del Fama, que casualidad) salen beneficiados de una recalificación más que dudosa y salimos todos encasquetados con unos bodrios invendibles y unas viviendas sociales de arquitectura ramplona en el sitio equivocado. Este alcalde ha matado gran parte del espíritu de nuestro pueblo. No dejes que lo siga haciendo.